La maternidad es una decisión que implica afrontar el reto más grande en la vida de una mujer.
Madres por primera vez: el “deber ser” vs. “vivir la experiencia”
A las madres primerizas se les pide que escuchen y que aprendan de sus propias madres u otras mujeres que “tienen más experiencia”. Muchas de ellas suelen ser invalidadas o minimizadas a la hora de la toma de decisiones sobre su hijo o hija. Es importante, en esos casos, tener claro que nadie sabe cómo ser mejor mamá que usted misma. Escuchar consejos no está de más, sin embargo, las decisiones sobre su forma de ser madre dependen de usted y del conocimiento que adquiera en la convivencia con su pequeño.
Si bien hay mucho de intuición en la maternidad, es innegable que cada bebé es un mundo y es bueno darse el tiempo y el espacio para conocer a la persona que acaba de ingresar en su vida y que no saldrá de ella. Dedicar tiempo para gozar de mirar, sentir, oler, escuchar y hablar a su bebé profundizará los lazos entre los dos. Reconocerlo y reconocerse como personas distintas, pero cercanas, ayudará a que, a lo largo de su crecimiento, la relación vaya adaptándose a las circunstancias y nuevas etapas del desarrollo del niño.
Ser madre es un “trabajo” 24/7 y lo será hasta el final de la vida. Por ello, es importante reconocer que, además es mujer, amiga, hija, profesional y pareja. Propiciarse espacios para usted misma y para la pareja es fundamental si se quiere ser una buena mamá, que vea la vida con optimismo y alegría, no como una condena o un encierro obligado. Un espacio para leer, caminar, escuchar música, encontrarse con personas importantes y a las que quiere hará que su mente y su cuerpo descanse y se disperse. Esto es positivo, también, para la relación que está entablando con el bebé.
La infancia: la madre que un niño requiere
Quizás uno de los retos más importantes de esta etapa es la combinación entre vida profesional y familiar. El contexto de la cultura y el mundo contemporáneo demandan a la mujer que sea, además de excelente trabajadora y profesional, una madre perfecta y eso implica que haya sobrecarga, insatisfacción y, muchas veces, sensación de culpa.
Pedir apoyo y trabajar en equipo, padre y madre, es fundamental en este momento. Las responsabilidades del hogar deberán ser asumidas por los dos padres de forma igualitaria, de manera que los niños vean que, tanto mamá como papá, son los adultos a cargo.
La implementación de límites es un ejercicio constante en este momento y ayuda a que los niños y niñas se sientan acompañados y sostenidos. También fortalece los lazos de confianza y respeto entre hijos y padres. Educa en una comunicación amorosa, respetuosa y asertiva para el futuro. Poner palabras en las relaciones, es decir, dar explicaciones a los hijos, si bien se puede llevar como una pesada tarea, poco a poco convierte a los niños en seres que acompañan con fluidez las decisiones y necesidades de los padres porque le encuentran sentido.
Con el correr del tiempo, las explicaciones serán más cortas y precisas, ya que el niño incorpora conceptos de tiempo y espacio. El bebé necesita cada día la palabra de la madre, que medie en la ausencia o ante cada situación nueva. En cambio, un niño de tres años y medio, que maneja con soltura el lenguaje verbal, “ya sabe” que cuando la madre dice “me voy a trabajar” tiene todo el sentido que le ha venido dando con palabras llenas de significado durante esos tres años.
Reconocer que “hacemos lo que podemos con lo que tenemos” ayudará a estar abierta a lo que los hijos pueden enseñarnos, de lo que necesitan para estar bien.
¿Ser madre o amiga?: acontecimientos de ser madres de adolescentes
Muchas veces la adolescencia conlleva confusión y cambios rápidos, no solo en quien la vive sino también en la madre que acompaña este proceso. Es importante saber que se trata de una etapa, que recogerá cosas que hicimos en el pasado y que pasará, generando transformaciones en el futuro.
Para las madres, la adolescencia de sus hijos implica un reaprendizaje. Esto es aprender, de nuevo, a tratarlos de la manera que ellos y ellas necesitan ahora que están en otro momento.
Reconocer que, como madre, ya no tiene la última palabra, también es un paso necesario para “sobrevivir” a esta nueva etapa. Su hijo o hija tienen nuevas experiencias, se vinculan con otras personas y en otros contextos. Escucharlos, con respeto y atención, permitirá que le consideren una interlocutora válida y que los canales de confianza no se cierren.
Ver a la adolescencia de sus hijos como una oportunidad más que como una etapa terrorífica podría contribuir a que haya momentos de conexión plena y enriquecedora para los dos. Compartir con sus hijos, estar al tanto de sus gustos e intereses, ayudará a que la relación sea más fluida e interesante.
Suele pensarse que los padres de adolescentes deben procurar ser “amigos” de sus hijos. Sin embargo, la evidencia indica que lo que los adolescentes requieren es que sus padres no jueguen a ser pseudoamigos de los hijos, sino que sean adultos responsables. Para vivir esta etapa plenamente y de manera positiva, necesitan una persona que, con respeto y amor, les ayude a poner límites, los proteja y los respete de la manera que solo una madre lo hace.
Reconocer que mi hijo ha crecido: ser madre de un adulto.
La adultez de los hijos implica nuevas formas de ser madre, identificando que ellos están en una nueva etapa en la que se hacen responsables de sus propias decisiones.
El vínculo que la madre ha construido a lo largo de la vida de su hijo será determinante en el momento que este se haga adulto y en la toma de decisiones en cuanto a sus elecciones de trabajo y pareja. Cuán sano haya sido ese vínculo promoverá relaciones sanas, libres y responsables en la vida de los hijos.
En esta última etapa de la maternidad, una presencia amorosa, respetuosa y solidaria es importante para ellos y ellas. Una comunicación que valore la diferencia, que reconozca los aciertos y oriente las rectificaciones que puedan hacerse será fundamental y alimentará vínculos positivos entre los hijos adultos y los padres. Aprender y asumir que la palabra de la madre ahora es solo una opinión, que no debería ser determinante en la toma de decisiones de los hijos, es algo que ayudará a vivir esta etapa de manera plena y positiva.
Ser madre de hijos adultos implica dejarlos vivir su vida y sus decisiones y, al mismo tiempo, vivir la propia vida capitalizando la experiencia que se ha adquirido con el tiempo. Aprovechar los momentos de pareja (ahora sin hijos en casa), el mayor tiempo para cultivar la amistad, los hobbies y, por qué no, aprender cosas nuevas o concretar proyectos laborales, es una ganancia que a veces no se visualiza por estar enfrentadas a la realidad de un cambio de rol en la vida de los hijos. También significa retomar el protagonismo de la propia vida y aprovechar los aprendizajes alcanzados anteriormente.