La sociedad demanda mucho de sus ciudadanos. Si se habla de las expectativas que recaen sobre las madres que trabajan, estas se multiplican.
En el Ecuador, según las estadísticas del INEC, alrededor de tres millones 700 mil mujeres son madres, de las cuales el 26, 1% son jefas de hogar. El 11, 12% de las jefas de hogar en nuestro país son mujeres de entre los 45 y los 49 años y tienen un promedio, a nivel nacional, de tres hijos e hijas. Estas cifras nos muestran que las mujeres madres que trabajan no es un fenómeno nuevo, sino que se va extendiendo, en parte por las condiciones socioeconómicas de las familias y, también, porque las mujeres buscan constantemente ampliar sus horizontes y mejorar sus condiciones de vida.
Uno de los temas recurrentes en la consulta terapéutica con madres, de todas las edades, que trabajan fuera de casa, es la sensación, más o menos constante, de que no están haciendo correctamente su rol de mamás, que sus hijos están abandonados y que les falta tiempo y espacio para estar con ellos. Algunas se plantean seriamente dejar el trabajo fuera de casa, incluso cuando su pareja no aporta económicamente o están solas con las responsabilidades de la crianza y el hogar.
El sentimiento de culpa en las madres trabajadoras es bastante común. Suele estar relacionado con la sensación de que no se están cumpliendo con las expectativas sobre lo que una “buena” madre debe hacer para el cuidado y protección de sus hijos y la forma en la que organiza su vida en torno a ellos. “Si eres madre y trabajas fuera de casa, toda la familia lo ve mal, tú misma te sientes mal porque te pierdes cosas que hacen tus hijos o, simplemente, no pasas con ellos tanto como quisieras”, nos comentan habitualmente en terapia.
La cultura sostiene la idea de que las madres son las únicas responsables del desarrollo positivo de los hijos y por ello deben dedicarse al 100% a educar “personas de bien”, dejando de lado sus otras responsabilidades, sueños y proyectos propios. Renunciando y sacrificándose.
Ser excelente madre y excelente trabajadora
La sociedad contemporánea demanda mucho de todos los ciudadanos, sin embargo, si se habla de las expectativas que recaen sobre las mujeres que son madres y trabajan, estas se multiplican: ser madres amorosas, atentas y dedicadas; ser profesionales comprometidas, emprendedoras animosas y trabajadoras eficientes.
Si bien es cierto que en el mundo laboral las distinciones entre hombres y mujeres han ido disminuyendo, hay un aspecto en el que todavía se mantienen los prejuicios respecto a la capacidad de las mujeres: el hecho de que pueden ser (o son) madres como un elemento que perjudicaría su desempeño en el trabajo, que es costoso para la empresa y que tendría consecuencias en la educación y desarrollo de los hijos.
Investigaciones llevadas a cabo demuestran que esto no es real. No existe un impacto distinto en el desarrollo psicoemocional de los hijos de madres trabajadoras en relación a los hijos de madres dedicadas al hogar y, en el ámbito del trabajo, la maternidad no disminuye en ningún sentido la calidad del trabajo, la concentración o la dedicación que una mujer pueda destinar durante el horario laboral, o, por lo menos, no más que en el caso de los hombres/padres.
Sin embargo, de esto para las mujeres es un reto la combinación de la maternidad y el trabajo: “mi trabajo me demandaba viajar dentro y fuera del país al menos una vez cada dos meses. Me encanta viajar, pero no era feliz al dejar a mi hijo de ocho años y mi nena de tres solos con su papá. Al final renuncié a un buen sueldo y un trabajo que me gustaba porque no pude más con la culpa. Mis empleadores no querían dejarme ir, pero pesó más mi responsabilidad como mamá”, comenta una de nuestras pacientes.
¿Cómo sobrellevar la culpa?
Partamos del hecho de que sentirse culpable no significa ser culpable. Para trabajar la culpa es fundamental partir de reconocerse como persona, mujer, madre y trabajadora. Que es válido tener aspiraciones y proyectos que requieran de esfuerzo y dedicación fuera de casa y cuáles son las capacidades y recursos internos que se ponen en juego para combinar estos dos ámbitos de la vida tan importantes.
Sobre la base de este reconocimiento, sugerimos tomar en cuenta estos aspectos que permitirán a las mujeres, atravesar el sentimiento de culpa frente a su vida laboral:
• Reconocer y fortalecer su red de apoyo: los familiares cercanos y los amigos pueden apoyar a las mujeres en el cuidado de los hijos por ciertas horas al día o en otro tipo de necesidades.
• Entender cuáles son las razones por las que la madre trabaja: un buen ejercicio es escribir una lista de “por qué” la madre debe trabajar. Tener claras las razones ayuda a entenderlas y buscar alternativas para el cuidado de los hijos.
• Poner distancia con quienes alimentan la culpa: es común que mujeres (y hombres) de generaciones anteriores juzguen negativamente la decisión de las madres de salir a trabajar. No dar poder a esas relaciones, tener claro que se trata de opiniones (como esas hay otras) y que también los tiempos han cambiado, puede ayudar a no incrementar el sentimiento de culpa.
• Asumir que las decisiones pueden cambiar: las decisiones que se toman en la vida surgen de determinados contextos y en determinados momentos. Si cambia el contexto, las decisiones pueden cambiar y si fue buena idea no trabajar antes, puede ser que hoy en día sea una buena idea salir a la vida laboral fuera de casa.
Aportes de una madre trabajadora al crecimiento de sus hijos
Se habla mucho de los efectos negativos de que las madres trabajen fuera de casa, pero ¿hay algo positivo para los hijos con una madre trabajadora? Veamos algunos aspectos interesantes sobre los beneficios que se obtienen de que una madre trabaje fuera del hogar:
• Modelo positivo para las hijas mujeres: una madre que trabaja es ejemplo para las niñas. Se han realizado estudios que señalan que las hijas de mujeres que recibían un salario suelen repetir este patrón familiar y también trabajan fuera de su hogar cuando son adultas.
• Modelo positivo en cuanto al cuidado del hogar: los hijos e hijas de madres que trabajan se involucran más y con responsabilidad en las tareas domésticas y suelen convertirse en adultos (hombres y mujeres) que asumen responsabilidades en este sentido.
• Modelo para la capacidad de superación: los hijos de madres que trabajan fuera del hogar suelen tener como proyecto el propio trabajo y la superación profesional.
• No hay diferencia: el que una madre trabaje fuera del hogar o no, no significa mayor diferencia en la experimentación del bienestar para los hijos, siempre y cuando haya un compromiso de los padres al respecto y la creación de espacios para el diálogo y la alegría en familia.
Tiempo de calidad
Los estudios señalan que hay tres tipos de tiempo que los padres destinan a sus hijos: a) tiempo de cuidado primario básico, con actividades como el baño diario o el tiempo de la comida en que los padres deben involucrarse operativamente; b) tiempo primario de calidad, en el que se destina un momento para leer y jugar con los hijos, y c) tiempo secundario, en que los padres están con los hijos y al mismo tiempo realizan otras tareas.
El destinar tiempo de los padres para los hijos y que este sea de calidad va más allá de que la madre trabaje fuera de casa. Aquí presentamos algunas ideas de cómo fortalecer la convivencia y el tiempo de calidad con los hijos:
1-. Aprovechar cada momento: tiempo de calidad no necesariamente significa “hacer algo”. Se trata de aprovechar los momentos para compartir, pasar bien, reírse y hacerse compañía. El activismo no siempre es la mejor opción y estar tranquilos, en silencio y abrazar a los hijos es una buena forma de “estar presente”.
2-. Creatividad, curiosidad y alegría: uno de los mayores miedos de las madres es que sus hijos se aburran. Por ello se sugiere poner en juego la creatividad y la curiosidad para variar las actividades que se propongan, generar espacios de alegría y compartir.
3-. Jugar: salir de la posición de adulto también ayuda a construir tiempo de calidad madre-hijo. El juego es una de las mejores herramientas para fortalecer la creatividad, imaginación y también la cooperación y la solidaridad. Además, es una manera de liberarse del estrés del trabajo y las actividades cotidianas.
4-. Procesos para dormir: el espacio previo al sueño es uno de los más propicios para generar tiempo de calidad: la lectura de cuentos, la conversación madre-hijo sobre los temas del día o mirar un capítulo de una serie y comentarlo, puede fortalecer el vínculo y convertirse en algo que se recordará por siempre.
5-. Definir un tiempo en la agenda: planificar también es válido para construir tiempo de calidad, esto implica destinar unas horas semanales para realizar actividades específicas con los hijos: una salida al parque, cocinar juntos, armar un rompecabezas u otras ideas en las que todos estén concentrados. Dejar el celular apagado o en modo silencio para que no haya interrupciones es necesario y, de esa manera, también los hijos se “desconectarán” para reconectarse con la madre en ese momento.
Madres que trabajan, tanto dentro como fuera de casa (o solo en casa, y son respetadas, valoradas y reconocidas por ese trabajo tan duro), encarnan un tipo de ser humano que abre posibilidades de realización humana, que generan condiciones y estilos de vida, que a través de la realización de trabajos dignos y que dignifican, les permiten al trabajar fuera, realizarse como mujeres y profesionales y contagian un sentido de orgullo a sus hijas e hijos, y por supuesto, a sus parejas.
Un comentario
Yo soy viuda y me a tocado muy duro luchar para salir adelante,nos toca ser madre padre amiga,sicologa y fuera de lo wue hacemos por la familia somos señaladas con el dedo con criticas