La relación entre ambos órganos influye en el estado anímico y un desequilibrio podría afectar la salud.
El eje intestino-cerebro es una red de comunicación bidireccional entre nuestro sistema nervioso central (el cerebro) y nuestro sistema nervioso entérico (en el intestino). Este sistema es crucial para mantener el equilibrio fisiológico (homeostasis) y tiene un impacto profundo en nuestra salud física y mental.
Los recientes descubrimientos han revelado que el microbioma intestinal juega un papel central en este eje. El nervio vago, una de las principales vías de comunicación, transporta señales entre el intestino y el cerebro, lo cual influye en nuestro comportamiento, estado anímico y funciones cognitivas, como la memoria y el aprendizaje.
Además, el sistema nervioso entérico, a menudo llamado «el segundo cerebro», regula la digestión y envía señales al cerebro sobre el estado del intestino, ayudando así a identificar y regular nuestros niveles de hambre y saciedad.
La interacción entre el microbioma intestinal y el cerebro ocurre a través de varias vías: neural (sistema nervioso), endocrina (hormonas) e inmunológica (defensas). Por ejemplo, el intestino produce hormonas como la serotonina, que es esencial para la regulación del estado de ánimo y la función gastrointestinal. Aproximadamente el 90% de la serotonina del cuerpo se produce en el intestino, y su equilibrio puede influenciar tanto la salud mental como física.
La disbiosis, o el desequilibrio en la composición del microbioma, se ha relacionado con diversas enfermedades, incluyendo trastornos del estado de ánimo y enfermedades neuroinflamatorias, como el Alzheimer y el Parkinson. Los estudios han demostrado que una microbiota desequilibrada podría contribuir a la inflamación en el sistema nervioso central, lo que puede afectar la salud mental y aumentar el riesgo de enfermedades como la esclerosis múltiple, la depresión, el Alzheimer, el Parkinson y la ansiedad.
A su vez, el estrés y las enfermedades del sistema nervioso central también pueden influir en la inflamación intestinal y en la composición del microbioma. Esta relación compleja destaca la importancia de mantener un microbioma saludable para apoyar la función cognitiva y emocional, y sugiere que intervenciones como cambios en la dieta con un aumento en el consumo de fibra y carbohidratos complejos y, si el caso amerita, el consumo de probióticos, podrían tener un impacto positivo en la salud mental y física.
Referencias:
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