Mientras avanza la edad, los círculos afectivos se van reduciendo. Pero, entablar amistades nuevas en la madurez es posible.
La vida es un viaje en el que vamos aprendiendo y desaprendiendo cosas, en el que no solamente cambiamos físicamente -envejecer es parte de la vida- sino que, además, las transformaciones alcanzan todos los aspectos vitales: la forma de ver el mundo, nuestra forma de pensar y, por supuesto, nuestras relaciones interpersonales.
Con el pasar del tiempo, el círculo de las relaciones suele disminuir. Si bien en la juventud, normalmente, nuestros amigos son muchos y variados, conforme vamos haciéndonos adultos, el círculo de amistades se estrecha.
A partir de los 40, una pregunta bastante recurrente en el espacio de diálogo terapéutico que construimos está vinculada con la forma en la que se puede ampliar el círculo de amigos o cómo entablar relaciones distintas, reconociendo los cambios vitales, las circunstancias particulares y las nuevas necesidades de hombres y mujeres adultos.
Nueva etapa, ¿nuevas relaciones?
Llegar a la llamada ‘mediana edad’ implica cambios en diversidad de aspectos. Algunos afectan más que otros, dependiendo de nuestra vida y nuestras experiencias. Sin duda, la amistad es fundamental para vivir la vida de manera plena, aunque no siempre es fácil iniciar amistades por falta de tiempo, ganas, prejuicios o interés.
La nueva etapa vital, muchas veces, nos enfrenta a contextos y situaciones en los que las antiguas amistades dejan de estar presentes y cada vez escuchamos más testimonios que hablan de la sensación de estar solos y sin vínculos profundos, más allá de los que implican los familiares cercanos. El divorcio, la muerte, el cambio de ciudad, de trabajo u otras circunstancias y lo vertiginoso de la época que nos ha tocado vivir, llevan a distanciar las salidas con amigos o, simplemente, a cambiar de intereses y prioridades.
Frente a esta realidad ‘presencial’ está la ‘otra vida’, la de las redes sociales, en las que se tienen muchos ‘amigos’ pero pocas relaciones profundas o significativas. Haciendo un recorrido rápido por Facebook, Twitter o Instagram, podemos ver que hay un variada muestra de nuestro recorrido: personas de la niñez, de trabajos anteriores, de países visitados, pero ¿a cuántos de ellos conocemos realmente?, ¿con cuántos nos tomaríamos un café o una cerveza para contarles de nuestros dolores y alegrías?, ¿a cuántos llamaríamos en una emergencia o acudiríamos en su ayuda?
Ciertamente, conforme pasan los años, hacer nuevos amigos es un reto que puede poner en juego nuestro bienestar. La investigación demuestra que las personas con amistades viven más tiempo, tienen menos enfermedades y disfrutan (y dejan disfrutar) más de la vida.
¿Se pueden hacer amigos entrañables en la vida adulta?
Existe la creencia que los amigos entrañables (y para toda la vida) se hacen en la infancia o adolescencia y, en muchos casos, es así. Esas primeras etapas de la vida, en la que estamos abiertos a lo nuevo sin muchos prejuicios ni ‘historias que cargamos’ posibilitan que vivamos la amistad con mucha intensidad.
Sin embargo, buenos amigos pueden forjarse en todas las etapas de la vida, solo depende de la predisposición, la actitud, las ganas y la apertura con la que nos acerquemos a conocer y compartir con los demás.
¿Quién toma la iniciativa?
Muchas veces hemos escuchado, como psicoterapeutas, que nuestros consultantes, sobre todo mujeres, esperan que los demás tomen la iniciativa para acercarse y entablar una conversación. Para poder hacer amigos es fundamental estar abierto a conocer personas y tomar conciencia de qué es lo que uno puede hacer para tender puentes hacia los demás.
Abrirse a nuevos círculos relacionales, movilizarse y tomar la iniciativa ayuda a que los demás puedan conocerle y, a su vez, abrirse a relacionarse con usted. Explorar nuevos espacios y contextos, mirarlos con ojos nuevos y dispuestos a reconocer la diversidad ayuda a tener una posición activa al momento de hacer nuevos amigos.
Darse tiempo para la amistad
Quizás el tiempo es uno de los recursos más escasos cuando nos hacemos adultos. Tener tiempo para uno mismo, para descansar, para leer un libro o hacer deporte constituye un reto en una sociedad en que la productividad económica está hiper valorada. Sin embargo, es difícil hacer nuevos amigos si no damos tiempo a las personas que quieren relacionarse con nosotros y que nos interesa conocer.
Abrir un espacio en la agenda familiar y laboral para salir a pasear o tomar un café con nuevas amigas y amigos, permitirá, no solamente descansar y distraerse sino, fundamentalmente, conocer a personas distintas y cultivar nuevas amistades.
Los amigos de mis amigos
Una manera de hacer amistades es conocer a personas que son amigos de nuestros amigos. En principio esa puede ser una señal de que tienen algo en común (intereses, gustos, hobbies, etc.) a la vez de reafirmar y fortalecer la relación con un amigo o amiga. Las referencias que otra persona puede facilitarle ayudan a hacerse una idea de qué esperar y cómo entablar conversaciones que puedan ser interesantes para uno y para la persona a la que conoce y, claro, siempre hace que las reuniones sean más amenas, cuando hay más personas.
Es útil distinguir la apertura generosa a construir amistad en la adultez del buscar relaciones amorosas de pareja (si bien es legítimo y común, que algo que comienza como una amistad se puede transformar en un proyecto de vida juntos). El desarrollo de buenas amistades implica sinceridad, honestidad, gozo de dialogar y de acompañarse.
Poner en juego sus habilidades sociales
Las habilidades sociales son, como muchas otras, herramientas que hay que poner en juego para que no se ‘atrofien’. Entre las habilidades sociales, que vamos adquiriendo desde niños, más útiles para fortalecer la amistad están: la escucha activa, la genuina curiosidad humana, la asertividad (expresar de manera adecuada las propias emociones), la solidaridad y el buen humor, entre otras. Recuerde que no es necesario ser ‘el alma de la fiesta’ siempre, sino acoger a las personas nuevas con la mente abierta para poder conocerlas mejor y que le conozcan.
Una buena idea
Cuando llegamos a la adultez hemos recorrido un camino y hemos tenido experiencias que vale la pena compartir. Reconocer esto es un excelente inicio para abrirse a la experiencia de la amistad intergeneracional, es decir, hacer nuevos amigos en función de otros criterios que no sean compartir la misma edad y que están más vinculados con los gustos, intereses, pensamiento o habilidades que puedan tener en común.
Asumir que su edad (y por tanto su experiencia) puede aportar mucho a otras personas más jóvenes y que, al mismo tiempo, personas de diversas edades pueden tener otras perspectivas del mundo y la propia vida que le pueden ser interesantes, facilita el encuentro y estrecha los lazos.
Hay que estar conscientes que la amistad es un proceso de creación conjunta de vínculos relacionales significativos, y que somos responsables de cuidar las relaciones con las personas que nos importan, comprometiéndonos en aportar cada día a esas relaciones. Esto nos permite ser con los otros, una de las características de las buenas amistades.
La amistad sostenida en intereses comunes, experiencias similares, curiosidad genuina y no tanto en la edad o los contextos impuestos por nuestra rutina, se consolida en un aporte importante para el bienestar y desarrollo pleno de cada uno como ser humano.