Los más celebres de Quito tienen su historia. Conozca más sobre los personajes emblemáticos de la Carita de Dios.
Quito vuelve a estar de fiesta y los chullas buscan gozar en grande. El seis de diciembre es el día célebre pero los capitalinos son los que más festejan desde las vísperas y se prolongan hasta que el año se despida.
Dejando a un lado la fiesta, esta época es también un momento para recordar a los personajes, mimados de esta linda ciudad, fuente inagotable de leyendas, historias y tradiciones.
La virgen del Panecillo
La gran señora de la capital, la denominada ‘virgen de Quito’, que se levanta imponente en pleno Panecillo, un espacio al que los Incas llamaron ‘Ñahuirá’, que quiere decir ‘el lunar o el grano asentado’.
Debido a una iniciativa española, quedó como el ‘pequeño pan’, es decir, el Panecillo. Aquel monte, desde cuya cumbre la virgen custodia todas esas preciosas joyas y a sus pies se levanta el Centro Histórico, lleno de museos, iglesias y recovecos que, por su inmenso valor artístico, la eligieron en Patrimonio Cultural, no solo del país, sino de la humanidad entera.
La figura, que está compuesta de 7 000 piezas de aluminio, es una representación moderna de la famosa ‘virgen de Quito’, la única virgen alada y danzante, concebida por el artista colonial Bernardo de Legarda, en el siglo XVII. La obra original, una escultura de 30 centímetros de alto, se encuentra en el altar mayor de la Iglesia de San Francisco.
En 1976, el escultor español Agustín de la Herrán Matorras realizó el monumento que actualmente se encuentra en la cúspide del cerro y es considerado como la mayor representación de aluminio del mundo.
La Torera
Una verdadera leyenda popular. Se trata de Anita Bermeo, mejor conocida como La Torera, una mujer de los años 60, que dotaba de un toque especial a cualquier calle por la que se dirigía.
Este personaje salía desde muy temprano, con prendas de vestir extrañas, a recorrer la ciudad durante todo el día. Tenía el sombrero que fue propio de las damas de los años 20 y una boa que era una especie de piel que envuelve el cuello.
La leyenda señala que vivía en un mundo plenamente imaginario: su vestimenta demostraba que estaba fuera del tiempo de los demás, pero dentro de su propio tiempo.
La Torera es una figura típica de Quito, que se ganó la consideración de la gente. Un ícono de las costumbres de esa época, que obtuvo el reconocimiento de artistas, como el pintor Ramiro Jácome, que en varias de sus creaciones la retrató.
Don Evaristo
De apellido Corral y Ché, por chancleta de su mamacita. Protagonista de las formidables y jocosas ‘estampas quiteñas’, una suerte de sátira política, enriquecida con auténtica reflexión social y aderezada con la inagotable sal quiteña.
Este personaje cómico utilizaba una vestimenta raída, un saco viejo que los años habían carcomido, un pantalón que debió haber sido de fantasía, con rayas que debieron ser blancas, ahora sucias y lustrosas, y unos bigotes que le otorgaban cierta personalidad.
Don Evaristo simbolizaba a un hombre de la clase media. Era empleado público y sufrido contribuyente, que trataba de aparentar una vida ficticia, sin miedo a los bolsillos, deudor permanente, bohemio y tenorio.
Su nombre real fue Ernesto Albán Mosquera quien, aunque nació en Ambato, la mayor parte de su vida la pasó en Quito. De sus 72 años de existencia, medio siglo lo dedicó al arte, comenzando como cantante de tangos y luego como primer actor en comedias y variedades.