Conversamos con la pediatra Gabriela Saá Jaramillo sobre la importancia de la nutrición en esta etapa.
Se considera que la etapa que abarca los primeros 1 000 días, desde la gestación hasta los dos primeros años del niño, es vital para el desarrollo del bebé. Es determinante para conseguir beneficios nutricionales e inmunológicos para el resto de su vida. Es posible que la desnutrición comience en la etapa prenatal si la mujer, durante su embarazo, no tiene acceso a un buen control obstétrico. Muchas mujeres embarazadas, sobre todo a nivel rural, no logran acceder a todos los controles prenatales antes de tener a su bebé por diversas razones, como el trabajo del hogar, la lejanía o la falta de recursos.
Considero de suma importancia hacer los controles prenatales y lograr que las mujeres se enteren y participen del programa de los 1 000 días. ¿Por qué? Porque nutrientes básicos, como el ácido fólico, hierro, yodo, calcio y zinc, entre otros, son importantes en el desarrollo de órganos y tejidos que se dan especialmente en este período. Por ejemplo, la deficiencia de ácido fólico puede causar espina bífida, por lo que la prevención debería comenzar con la ingesta adecuada, inclusive antes del embarazo. Los daños en este tiempo pueden ser irreversibles, por lo que la prevención es fundamental y a eso apunta el programa de los 1 000 días.
Para mejorar el estado nutricional de los niños durante la etapa fetal es importante que todas las mamás tengan una nutrición adecuada, antes de la concepción y durante la gestación. El bebé recibe todos los nutrientes necesarios a través de la placenta de la madre.
Dentro de los 1 000 días, la segunda intervención determinante comienza con la lactancia. El médico debe fomentar la succión inmediatamente después del parto para lograr una buena colonización de las bacterias buenas de la madre en el intestino del bebé, sin dejar de lado la importancia del apego madre-hijo. Mediante la lactancia se suministran todos los nutrientes que van a garantizar un desarrollo adecuado del niño.
La lactancia materna y suplementación de hierro
Es importante hacerles saber a las mamás que la leche materna es el alimento más completo, apropiado y la primera vacuna que le damos al niño para prevenir infecciones. La leche de los primeros días, llamada calostro, es rica en inmunoglobulinas, por lo tanto, es de suma importancia que los bebés la ingieran para fortalecer su incipiente estado inmunológico. El tipo de lactancia, la duración y la introducción de alimentos sólidos son importantes en la prevención de enfermedades no trasmisibles como la alergia, la obesidad, diabetes o enfermedad celíaca. Idealmente, la leche materna puede y debe ser administrada durante los primeros seis meses de vida, lo que se denomina como lactancia exclusiva, ya que contiene todos los nutrientes indispensables para el bebé pero, a partir del sexto mes, aumentan los requerimientos de hierro y la leche materna no contiene la cantidad necesaria, por lo que es importante suplementarlo para evitar problemas de anemia.
Cuando el niño cumple su primer año de vida se debe hacer un examen rutinario de sangre para ver cómo está su valor de hemoglobina (indicador niveles de hierro) y, si todo está normal, suspender los suplementos. La mayoría de fórmulas son fortificadas con este mineral. El hierro de la leche materna es el más biodisponible que existe pero, como los requerimientos del bebe aumentan a partir del sexto mes, ya no es suficiente.
El sobrepeso y la obesidad en la infancia
En el Ecuador hay una gran cantidad de niños malnutridos que no necesariamente tienen peso bajo, muchos tienen sobrepeso. Es importante controlar el peso del niño para poder intervenir a tiempo y prevenir otras patologías, como el síndrome metabólico, la diabetes, alteraciones musculoesqueléticas, disminución de autoestima, etc. ¿Cuándo hablamos de síndrome metabólico? Lo definimos como el conjunto de factores que pueden predisponer a enfermedad cardíaca o diabetes, entre estos están exceso de grasa corporal, aumento de glucosa, colesterol y triglicéridos en sangre.
Cuando tenemos estos casos es importante hacer una buena anamnesis, primero de cómo es la ingesta de ese niño, preguntar cómo es su actividad diaria, qué ejercicio practica, cuántas horas duerme, etc. Además de un buen examen clínico. La pandemia de Covid causó una terrible post -pandemia: la obesidad. Muchos pediatras todavía estamos lidiando con pacientes con sobrepeso. Hay niños que pasan solos gran parte del dia y los padres no pueden supervisar ni controlar lo que ingieren o qué actividad realizan. A esto se suma que, por lo general, si un papá es obeso, es probable que el niño también lo sea y, si ambos progenitores tienen sobrepeso, el riesgo es aún mayor.
Lo ideal para tratar estos casos es trabajar con un equipo interdisciplinario de profesionales. Lamentablemente los más vulnerables, que son niños de escasos recursos no siempre pueden acceder a estos programas. Por lo tanto, hay que hacer énfasis en la prevención y en un buen control del niño sano en los centros de salud.
¿Qué deben comer los niños?
Nuestro país es privilegiado, porque dispone de una increíble variedad de frutas y legumbres. A veces los papás dicen “yo quiero que mi hijo crezca, está muy chiquito, no come bien, mándeme vitaminas”. Y lo que digo es que las mejores vitaminas están tanto en las legumbres como en las frutas. Mientras más colorida sea una ensalada, más vitaminas está ingiriendo ese niño y va a estar mejor nutrido ¿Qué son las vitaminas? Son la chispa que hace que el cuerpo funcione.
Por otro lado, tenemos los cereales que son importantes en nuestra comida andina tradicional, tales como es la quinua, arroz de cebada, morocho, etc. La quinua es un excelente alimento porque contiene proteína y hierro. Es, por lo tanto, un alimento muy completo, al igual que el arroz de cebada. Hay recetas ricas y fáciles de preparar, lo que se traduce en una gran variedad gastronómica.
Tenemos la comida manabita, la comida azuaya, lojana, quiteña, etc. Cada provincia del Ecuador tiene un plato típico. Y son platos completos, no necesariamente estamos hablando de proteína animal. Dentro de proteína vegetal, la quinua es excelente, tiene un excelente aporte nutricional, y las legumbres también. El camarón y el pescado, son también buenas fuentes de proteína.
Además, es importante educar a los niños sobre las porciones. Una persona se puede comer, tal vez, 10 barras de chocolate medianas, pero ¿quién se puede comer 10 plátanos seguidos? Estos tienen aproximadamente las mismas calorías que dos barras de chocolate, entonces hay que ver cómo se balancean los alimentos para que los niños aprendan a comer bien, se sientan bien y queden satisfechos. Más que educar a los niños hay que educar a los papás y a los profesores, que son las personas que están guiándolos y contar con la supervisión de nutricionistas para tener un buen refrigerio escolar o un buen desayuno escolar.
La alimentación complementaria en niños
La primera pregunta que hago a mis pacientes es si es que el niño ha estado recibiendo lactancia materna exclusiva. Si es que es así, el bebé puede comenzar la alimentación complementaria a partir de los seis meses. Si estaba recibiendo fórmula, por lo general, comenzamos antes, entre cuatro, cinco meses. Y, ¿con qué comenzamos?
Hay muchas aproximaciones. Yo, por lo general, comienzo con los alimentos neutros. Para mí, el mejor es la zanahoria amarilla porque tiene tanto prebióticos como probióticos y, además, es neutro en el sentido de que no es ni salado ni dulce. Por lo general, el niño lo acepta bien y hay que prepararlo para que tenga una consistencia no muy líquida ni muy pastosa, sino como una papilla hecha solamente de zanahoria. No hay que aumentar ni leche, ni agua, simplemente cocinar la zanahoria y luego aplastarla con el tenedor.
Las frutas y la alimentación complementaria
Hay pediatras que comienzan antes con las frutas, otros con los vegetales. Yo comienzo con un alimento neutro, como la zanahoria, zapallo, calabaza y luego introduzco las frutas. ¿Por qué? Es importante no introducir alimentos muy dulces, porque los niños generalmente van a preferir lo dulce a lo neutro. Es importante no añadir ni azúcar ni sal a la comida hasta el año de edad.
La idea es que el niño, a los 12 meses, o sea, al cumplir el año, ya pueda sentarse en la mesa con sus papás y compartir la misma comida que comen ellos, siempre y cuando no sea muy condimentada.